FRANCISCO ALBIÑANA CORRALÉ. 1912. COSO, 29
En 1910, el “Centro Mercantil, Industrial y Agrícola”, adquirió el Palacio de los Azara, edificio que desde 1875 le servía como sede con carácter de arrendatario, con la intención de remodelar y adecuar sus instalaciones. Para ello convocó un concurso de proyectos que fue fallado el 30 de abril de 1911 en favor del presentado bajo el lema “Flora” por Francisco Albiñana Corralé.
Un gran reto para un joven arquitecto
La idea de la Junta Directiva era la rehabilitación completa del gran caserón renacentista que se levantaba sobre un amplio solar con fachadas a la calle del Coso y del Cuatro de Agosto. La complejidad del programa se debía compaginar con el mantenimiento de las actividades del Centro. Por eso se decidió actuar por fases. La primera afectaría a la zona en torno al patio del palacio, incluyendo la fachada principal al Coso. La segunda se ocuparía de la zona trasera, desde el Salón de Actos hasta la calle Cuatro de Agosto.
Con apenas unos meses de experiencia profesional, Francisco Albiñana se enfrentaba a un proyecto de gran carga simbólica y social. El Centro Mercantil venía a ser el punto de encuentro de la burguesía industrial y comercial más activa de la ciudad, la que había protagonizado el éxito de la Exposición Hispano-Francesa.
Como quizás no podía ser de otra manera, la fachada del Centro Mercantil conserva la impronta del Modernismo constructivo. La decoración naturalista es abundante y carnosa. Los capiteles de corona floral de la planta baja se cuentan entre los más hermosos de la ciudad.
Una fachada entre dos épocas
Ni por formación, ni por estética, Francisco Albiñana es un arquitecto modernista. Pertenece a una nueva generación de profesionales mucho más próximos al gusto vienés, y en los que ya late su atracción por la pureza que les hará derivar al Racionalismo. Por eso, la fachada principal del Centro Mercantil presenta unos valores formales que superan el naturalismo modernista. La composición es sólida y clara. La planta calle se abre en amplios ventanales y acoge el acceso al interior en uno de sus lados. Las tres plantas superiores ofrecen una estructura tripartita, con miradores de trazo lineal en los laterales y un cuerpo central abierto en generosos balcones. En el remate destacaba el torreón y la chimenea que, situados en el lado izquierdo de la fachada, remarcaban la idea asimétrica marcada por la puerta de acceso.
La fachada del “Centro Mercantil, Industrial y Agrícola” es, a la vez, la última expresión del Modernismo zaragozano, y el primer paso hacia una nueva época más heterogénea y dispersa, en la que, entre otras, habrá una tendencia de gusto vienés que Albiñana apunta aquí y desarrollará más adelante.
Un complejo proceso de remodelación interior
A partir de esta fachada, el arquitecto comenzó un complejo proceso de remodelación del interior del edificio que vino a suponer su práctica demolición y reconstrucción en la zona más próxima al Coso. Se mantuvo la centralidad del patio del palacio, pero las estancias fueron totalmente rehechas. En la decoración de las nuevas salas trabajaron los mejores artistas de la Zaragoza del momento, con nombres de la talla de Dionisio Lasuén, José Bueno, Ángel Díaz Domínguez o Félix Lafuente.
La intervención afectó a zonas tan representativas del interior del Centro Mercantil como el zaguán, la caja de escaleras, el “Salón Rojo”, el “Salón Café”, la “Sala de Recreos” o el “Salón Restaurante”. En su conjunto, aunque hay motivos ornamentales que todavía recuerdan el gusto modernista, predomina un historicismo ecléctico bastante disperso.
Durante años el trabajo de Albiñana estuvo plagado de enfrentamientos con la Junta Directiva del Centro Mercantil. Quizás por eso, en 1928, en contra de lo inicialmente previsto, se convocó un nuevo concurso para la reforma de la zona próxima a la calle Cuatro de Agosto, que fue ganado por Francisco Íñiguez, José Marrero y Antonio Sala.