JOSÉ YARZA GARCÍA y JOSÉ MIGUEL YARZA NORDMARK. 1971. AVENIDA DE LA ACADEMIA GENERAL MILITAR, 74
MAZ y arquitectura
La “Mutua de Accidentes de Zaragoza” fue creada en 1905 y tuvo sus primeras instalaciones en unos modestos locales en el Paseo de la Independencia para trasladarse, una década después, a la calle de San Miguel.
En los años 20 construyó su clínica de la calle Sancho y Gil nº 4, un edificio historicista, siguiendo el proyecto trazado por Marcelino Securun. El hospital de la avenida de la Academia General Militar vino a ampliar y modernizar sus instalaciones, marcando un significativo contrapunto arquitectónico con su predecesor.
El proyecto
La idea de la “Mutua de Accidentes de Zaragoza” de disponer de un amplio hospital para el tratamiento y rehabilitación de accidentados se remonta a la década de los años 60. Fue entonces cuando se adquirieron los terrenos precisos junto a la carretera de Huesca, en un espacio próximo a la ciudad pero en un entorno natural.
En 1971 los arquitectos, José de Yarza García y José Miguel de Yarza Nordmark elaboran un proyecto que se construye entre 1972 y 1975. Para ello cuentan con la experiencia de la clínica “Montpellier”, que habían trazado apenas dos años antes y que todavía seguía en obras. Gracias a ello son conscientes de las peculiaridades, necesidades y complejidad de un centro hospitalario que, huyendo de las magnitudes mastodónticas de los proyectos públicos, debe reunir todo lo preciso para su buen funcionamiento.
Un hospital con necesidades específicas
La hospitalaria es una de las tipologías arquitectónicas donde la necesidad de atender a la funcionalidad resulta más evidente. Por lo tanto, las características específicas del centro condicionarán su diseño hasta el extremo. En el caso de la “Mutua de Accidentes de Zaragoza”, los arquitectos debieron tener en cuenta que se trataba de un hospital especializado en accidentes de trabajo, con frecuencia consecuencia de un traumatismo violento, lo que implicaba un largo periodo de ingreso, así como un especial protagonismo de las instalaciones de recuperación y rehabilitación.
Además, los responsables de la MAZ añadieron un requerimiento funcional más: que la necesaria renovación de instalaciones e infraestructuras no interfiriese, llegado el momento, con el funcionamiento del hospital.
La principal ventaja con la que contaron los arquitectos para poder plantear su proyecto fue la gran superficie disponible para la construcción y la ausencia de condicionantes para el diseño más allá de los derivados de la dureza climática y las características de la orientación.
La respuesta arquitectónica
El edificio de José y José Miguel de Yarza es un modelo de respuesta arquitectónica a estas necesidades funcionales. El proyecto se elabora de dentro hacia afuera y con los diversos programas hospitalarios como referente.
Así, el volumen principal es el correspondiente a hospitalización y quirófanos; otro, saliente, corresponde al ocupado por las consultas, salas de rehabilitación, gimnasio, etc.; y, por fin, en el tercero, en voladizo rematando el cuerpo principal, se instala la residencia de las religiosas de Santa Ana.
La petición de permitir la renovación y modernización de las instalaciones fue resuelta por los arquitectos mediante una entreplanta de 1’70 metros de altura en la que se ubican el aire acondicionado, tubos de vacío y oxígeno, bajantes, etc.
Las innovaciones en el diseño del hospital se extendieron a la distribución de las habitaciones, los pasillos de servicio para el personal sanitario, las salas de estar (oportunas en periodos hospitalarios prolongados), así como a la utilización de materiales poco habituales por entonces, como las planchas de hormigón pretensado para algunas zonas de la cubierta o la gravilla lavada.
(Fotografías: Gerardo Sancho Ramo, Ayuntamiento de Zaragoza)