JOSÉ ANTONIO LORENTE FERNÁNDEZ y DANIEL OLANO PÉREZ. 1988. ARGUALAS, S/N
La especificidad del programa
El programa del proyecto consiste en la construcción de una serie de piscinas cubiertas, tanto para competición como para uso cotidiano de los socios del club deportivo, así como todos los equipamientos inherentes a este tipo de instalaciones.
Lejos de tratarse de un programa sencillo, implica una serie de condicionantes respecto de aislamiento, circulaciones, organización espacial, infraestructuras técnicas…, de gran complejidad. Por ejemplo, sólo la adecuación a la natación de alta competición implica que se tengan en cuenta variadas cuestiones, desde la calidad del aire respirable hasta la posibilidad de su retransmisión (sobre y bajo el agua) pasando por la iluminación; aspectos fundamentales y, a la vez, poco habituales como problemas de diseño arquitectónico. Otro asunto delicado es el de las circulaciones, muy diferentes y necesariamente independientes, entre los bañistas y el resto del público, obligando a distribuir y separar correctamente los accesos y ubicación de los graderíos, despachos o botiquín, de los vestuarios, gimnasios, almacenes de material deportivo y, por supuesto, las propias piscinas.
Un problema añadido con el que se encontraron los autores del proyecto fue el presupuesto limitado, lo que obligó a buscar las soluciones a todas estas cuestiones de la manera más económica y racional posible, acudiendo a respuestas basadas en el diseño (como por ejemplo, la manera como se resuelve la cubierta para el tema de la iluminación) o en la elección de los materiales constructivos.
La recuperación de la historia
En las piscinas de “Miralbueno – El Olivar” se aprecia una voluntad explícita de recuperación del lenguaje histórico de la arquitectura, convenientemente adaptado y modernizado.
Se observan, en concreto, aspectos que remiten a la arquitectura clásica romana. No es algo casual sino, más bien, derivado el propio programa: un complejo como el proyectado recuerda a las antiguas termas romanas, en las que en torno de las piscinas se estructuraba toda una serie de dependencias complementarias que las convertían en un lugar para el ejercicio, el ocio y el encuentro social.
La referencia más evidente es la del remate mediante la repetición de la cubierta a dos vertientes y con el testero abierto en arco, que tanto recuerda al sistema empleado en las construcciones termales de la antigüedad clásica.
Los cuerpos de acceso, sobre escalinata doble, remiten a sendos templetes. Y aún lo parecían más en el proyecto original, cuando la cubierta generaba sendos frontones sobre ellos. Finalmente, las columnas del interior se resuelven casi al modo dórico, sin basa, con el hormigón de fuste trabajado mediante suaves acanaladuras y un capitel a modo de triple anillo.
Durante la mayor parte del siglo XX, el dominio ideológico de los principios del Movimiento Moderno lleva al repudio de las referencias históricas. La arquitectura debía basarse en materiales, técnicas y, por supuesto, formas, completamente nuevas.
En la década de los años 80, una de las respuestas críticas al Movimiento Moderno se basará, precisamente, en la recuperación de los lenguajes históricos. Esta variante postmoderna de inspiración clasicista, no se basará en la imitación formal, sino en la evocación de la esencia clásica. Las piscinas de “Miralbueno – El Olivar” son el mejor ejemplo de esta tendencia construido en la ciudad de Zaragoza en el breve periodo de vigencia de esta corriente artística.