JOSÉ MANUEL PÉREZ LATORRE. 1992. AVENIDA DE RANILLAS, 20
1992 y la Exposición de Sevilla
En el año 1992 el régimen político surgido de la transición democrática alcanza su momento culminante. España ha entrado a formar parte de la comunidad internacional más avanzada y quiere demostrarlo tanto hacia el exterior como hacia sí misma. Dos grandes acontecimientos permiten visualizar esta nueva España: la Exposición Universal de Sevilla y los Juegos Olímpicos de Barcelona.
El Pabellón de Aragón, como el resto de los de las Comunidades, situado junto al lago, evidencia la doble intención de ser un contenedor de objetos representativos de la historia, la cultura, el arte y la ciencia de la comunidad y, a la vez -constituirse en un icono de la imagen, en este caso decididamente moderna y alejada de los tópicos aragonesistas- que Aragón quería transmitir al mundo.
Esquemático, funcional y poético
Con estas palabras definió el autor las premisas a partir de las que llevó a cabo el diseño del Pabellón de Aragón de la Exposición de 1992.
El Pabellón en su estado original
El diseño del Pabellón de Aragón nace de la división de funciones de su programa: el espacio expositivo y el espacio de servicios. El primero ocupa la parte central y se caracteriza por un cuerpo abovedado (interiormente decorado mediante un gran mural de José Manuel Broto) flanqueado por dos volúmenes muy planos de alabastro y acero. El segundo, ocupado por las oficinas, almacenes, cocinas…, se resuelve mediante grandes piezas adosadas a los lados cerradas por chapa azul.
Interiormente el Pabellón de Aragón constaba de sótano, baja y cuatro plantas alzadas, destacando la tercera en la que se disponía una gran terraza volada hacia el lago del recinto de la Exposición. El interior iba forrado, tanto en paredes, como suelos y techos, mediante tableros de madera prensada de alta densidad.
El alabastro era el principal protagonista material del Pabellón puesto que, además de su evidente referencia a lo aragonés, matizaba la luz diurna en los espacios expositivos a la vez que actuaba como un gran fanal luminoso en la noche sevillana. También el color azul, no sólo de la chapa sino también en la teja en forma de lágrima de la cubierta, ofrece una clara intención de alusión a la arquitectura aragonesa, sin caer en la referencia historicista.
El Pabellón en Zaragoza
Uno de los condicionantes que se impusieron a la hora de diseñar el Pabellón de Aragón es que fuera desmontable en su mayor parte. La intención era que, finalizada la Exposición, la DGA transportara el edificio para su reinstalación en Aragón.
El alto coste de la operación llevó a abandonar la idea y el gobierno de Aragón vendió el edificio a la sociedad gestora del “Parque de la Cartuja” por el simbólico precio de 1 peseta. El propósito era instalar en él el futuro “Museo de Ciencias Naturales” de Sevilla. El proyecto fracasó y el Pabellón de Aragón estuvo a punto de ser demolido.
En marzo de 1998, la CREA (Confederación de Empresarios de Aragón) lo adquirió, también por 1 peseta, y lo trasladó a Zaragoza para, tras realizar diversas reformas, instalar en él su sede.
(Fotografías: cabecera, expo92.es; inferior: wikipedia.commons).