MANUEL MUÑOZ CASAYÚS. 1949. ARZOBISPO DOMENECH, 2
Manuel Muñoz Casayús es un arquitecto titulado por la Escuela de Madrid en 1920 que durante las décadas de los años 30 y 40 está documentado en la ciudad de Zaragoza. Con anterioridad consta su actividad en Albacete y Madrid.
Su trabajo en Zaragoza está envuelto en una cierta bruma. Suyas son dos excelentes obras, muy próximas una a otra: el edificio de viviendas de Gran Vía nº 5-7, de 1934, y éste de Arzobispo Doménech, 2. En ambos casos el nombre de Manuel Muñoz está unido al de Carlo Baratto Besatti, un arquitecto italiano que, por no tener el título convalidado en España, necesitaba la colaboración de un profesional local.
Sin embargo, esto no quiere decir que Manuel Muñoz se limitara a firmar los planos de Carlo Baratto. De hecho, para este inmueble de Arzobispo Doménech hay dos proyectos, el primero de 1941 firmado por ambos autores, y el definitivo, el que dio origen a la obra construida, de 1949 y con la firma únicamente de Manuel Muñoz Casayús.
Entre ambas fechas se conoce un trabajo menor de Manuel Muñoz Casayús para unos almacenes y viviendas en la calle Sangenis 70-72 (1938) y su participación en las labores de construcción del edificio proyectado por Teodoro Ríos en Sagasta, 2-4 / Gran Vía, 1-3. Poco en realidad para un arquitecto cuya presencia en la ciudad de Zaragoza debió de suponer más volumen de obra.
Un modelo de articulación en curva
El elemento que más llama la atención cuando se contempla el edificio de viviendas de Arzobispo Doménech nº 2 es el interesante desarrollo curvo de la esquina, que resuelve con maestría la dificultad de un solar excesivamente angulado en el encuentro de la citada calle con la Gran Vía.
Además el perfil se articula de forma compleja, con trazo diferenciado entre los paramentos de Arzobispo Doménech y Gran Vía, y el de la esquina propiamente dicho que ocupa los tres vanos centrales. Por último, el volado a partir del segundo piso y, sobre todo, la airosa torre de doble altura que culmina el conjunto potencian aún más la riqueza visual y la prestancia del edificio.
En definitiva, una solución formal que recuerda algunos aspectos del léxico expresionista aunque convenientemente adaptados al contexto urbano y al momento en el que se levanta el edificio.