DANIEL OLANO PÉREZ. 1983. PLAZA DE SANTO DOMINGO
En 1983, Daniel Olano Pérez realizó el proyecto para transformar el antiguo mercado de pescados (construido según diseño de Miguel Ángel Navarro en 1928) en teatro por iniciativa municipal.
Hacía treinta años que en Zaragoza no se proyectaba un nuevo teatro, en concreto desde la construcción del teatro “Fleta”, obra de José de Yarza.
El teatro del “Mercado” fue resultado de la nueva manera de entender la cultura surgida del estado democrático del último cuarto del siglo XX. En este sentido la aludida promoción pública del local es un primer dato, pero también lo es su ubicación, en la plaza de Santo Domingo, en una de las zonas del casco urbano más olvidadas por la política municipal desde hacía muchas décadas. Por primera vez, el teatro salía de la zona distinguida de la ciudad (en torno al paseo de la Independencia y el Coso) para situarse en un espacio más popular.
Se trataba, entre otras cosas de que el equipamiento, en este caso cultural, actuara como motor de dinamización en unos entornos hasta entonces poco favorecidos.
Espacio para la experimentación
El teatro del “Mercado” (como también ocurrirá con el teatro de la “Estación” a partir de 1995) se identifica con la nueva concepción del espectáculo y de la cultura del periodo democrático al no plantearse como un local de gran capacidad con la rentabilidad económica como objetivo. Ahora el teatro tiene también una vertiente puramente cultural y creativa, dando soporte y prestando espacio a la experimentación que un buen número de grupos de teatro estaban llevando a cabo en aquel momento en la ciudad.
Es, en consecuencia, un local dirigido a un público minoritario, predominantemente joven, que además del teatro (en cualquiera de sus formas) podrá también acudir a actuaciones musicales o de otro tipo.
La capacidad del teatro, condicionada por sus reducidas dimensiones de algo más de 14 X 14 metros, quedó fijada en 208 butacas que se disponen en rampa en lo que fue nave central del antiguo mercado. El escenario también se acomoda a las reducidas proporciones del inmueble y, además a las columnas de fundición que recorren la nave. Su embocadura supera muy ligeramente los 6’5 metros.
El resultado es un espacio acogedor y luminoso especialmente apropiado para la identificación entre artistas y público imposible muchas veces de lograr en los grandes locales.