FRANCISCO NAVARRO BORRÁS. 1961. SAN JUAN BOSCO, 7
Hasta la segunda mitad del siglo XX, los estudios de Magisterio en la ciudad de Zaragoza se realizaban en las viejas instalaciones de la Magdalena.
A finales de los años 50 se plantea la necesidad de construir un nuevo edificio, moderno y adecuado a las necesidades formativas del momento. Pese a que en aquel momento los estudios de Magisterio no tenían todavía carácter universitario, el solar elegido para su construcción se sitúa dentro del recinto de la ciudad universitaria, aledaño a la calle de San Bosco, dando por frente a la Ciudad Jardín.
De realizar el proyecto se encargó el arquitecto reusense Francisco Navarro Borrás, profesional que ejercía en aquel momento como Arquitecto Jefe de la Oficina Técnica para la construcción de Escuelas del Ministerio, cargo que simultaneaba con el de Consejero Nacional de Educación. Esta doble condición le llevó a proyectar diferentes escuelas de Magisterio por España en las que deja constancia tanto de su visión de la arquitectura escolar, como de la educación en general.
La Escuela de Magisterio, posteriormente denominada Facultad de Educación, incorporaba un programa complejo inherente a este tipo de instituciones. Por un lado estaba la Escuela de Magisterio en sí misma, con aulas, despachos, seminarios, biblioteca, capilla y oficinas, entre otras dependencias, y por otro, las escuelas anejas, en las que los estudiantes de Magisterio podían llevar a cabo las prácticas profesionales con alumnos de Primaria.
En la distribución general de los espacios, el arquitecto sitúa el conjunto de las aulas hacia el este, procurando de esta manera el máximo de luminosidad durante las horas de mañana. El resto del grueso de las dependencias se sitúa en la fachada principal hacia la calle de San Juan Bosco, dando como resultado una disposición más compleja y articulada.
El programa mantiene elementos muy tradicionales, como la separación de espacios por sexos entre los estudiantes de Magisterio. Sin embargo, formalmente Francisco Navarro apuesta por unas líneas modernas, limpias y ligeras, destacando la generosidad de los vanos. En este aspecto formal, el principal valor de la Escuela de Magisterio, es el de ser el primer edificio construido dentro del recinto de la Ciudad Universitaria que rompe con los planteamientos más solemnes y, en cierta manera, enfáticos de los edificios anteriores, todos ellos debidos a la mano de Regino Borobio Ojeda y José Beltrán Navarro. Se marca así una nueva manera de entender la arquitectura universitaria que, con mayor o menor éxito, seguirán en las décadas siguientes edificios como el Instituto de Ciencias de la Educación o Interfacultades y Rectorado.
(Fotografías: Gerardo Sancho Ramo, Ayuntamiento de Zaragoza)