ALFREDO MARTÍNEZ ALONSO y DEMETRIO ULLASTRES ASTUDILLO. 1970 (h). AVENIDA ANSELMO CLAVÉ, S/N
“Zaragoza El Portillo” se construyó a muy pocos metros de la antigua estación del “Campo Sepulcro”, en el solar que anteriormente ocupaban los depósitos de locomotoras.
En su concepción general, la nueva estación presentaba grandes novedades respecto de las anteriores construcciones de este tipo en la ciudad. Constaba de dos cuerpos claramente diferenciados en forma y función. El primero, que actuaba de fachada hacia la avenida de Clavé, daba alojamiento a los servicios ferroviarios e instalaciones técnicas. El segundo, dispuesto perpendicularmente respecto de aquel y elevado sobre las vías, estaba destinado a los viajeros y desde él se accedía directamente a los andenes.
En cuanto al programa, también había novedades acordes a las nuevas necesidades y características del servicio ferroviario. Así, la estación no incluía la tradicional zona de vivienda para los empleados puesto que la política de la empresa había llevado a separar la función residencial en construcciones colectivas independientes. Por el contrario, ahora se incorporaba una zona comercial en el vestíbulo con pequeños espacios acristalados a ambos lados del hall. Finalmente, otros servicios tradicionales en las estaciones de ferrocarril, como el de restaurante, ahora adquiría un carácter nuevo, alejado de los andenes y dedicado a los viajeros de la propia estación. Este modelo se contraponía al tradicional de “parada y fonda” que situaba a las cantinas y restaurantes de las estaciones más próximos a las vías.
Cuerpo de servicios
El elemento principal de la estación de “El Portillo”, dedicado a los servicios ferroviarios, constaba de cinco plantas. Su acceso era doble. La gran plaza superior llevaba hasta el tercer piso donde se habría el vestíbulo. Bajo la plaza quedaba un segundo aparcamiento y el acceso a la zona de los empleados.
Este volumen actuaba de fachada de la estación presentándose como un gran cuerpo horizontal de líneas rigurosamente rectas. Su terminación acristalada seguía la estética del estilo internacional que se impone en este tipo de equipamientos durante el tercer cuarto del siglo XX.
La sencilla presencia de la fachada apenas quedaba alterada por la marquesina, la rotulación con el nombre de la estación y el inevitable reloj.
En su interior, este cuerpo de la estación alojaba las oficinas, instalaciones técnicas para el control del tráfico ferroviario de la estación y otras dependencias auxiliares. Así mismo permitía el acceso, a través de un pequeño vestíbulo, a los andenes de cercanías.
Cuerpo de pasajeros
El segundo cuerpo de la estación de “El Portillo” se disponía de forma perpendicular sobre el primero y sobre las vías. Era la zona dedicada a los viajeros con lo que la separación de las dos funciones básicas de la estación quedaba garantizada. El acceso se hacía desde la plaza exterior en rampa y atravesando el volumen de servicios a la altura del tercer piso.
Estaba planteado como una gran contenedor diáfano y generosamente acristalado, cubierto con una interesante estructura metálica. Nada más entrar, el usuario se encontraba con la consigna y, a continuación, el hall con bar-restaurante, ventanillas para la venta de billetes y una serie de pequeños espacios comerciales a ambos lados del vestíbulo.
En la zona izquierda se encontraba el espacio de distribución para la bajada a los andenes. Era un amplio corredor con escaleras a ambos lados, ordinarias y mecánicas, para acceder a las vías. De esta manera se evitaban los tradicionales e incómodos pasos subterráneos de las antiguas estaciones de ferrocarril, como la del “Campo Sepulcro”.
La rigurosa funcionalidad del interior quedaba matizada por varios paneles cerámicos de gran formato realizados por Andrés Sánchez Sanz de Galdeano.