SANTIAGO LAGUNAS MAYANDÍA. 1959. LAGASCA, 25

El programa inicial del colegio El Carmelo constaba del colegio propiamente dicho, un convento y una residencia y una residencia de estudiantes. Era por tanto, un programa ambicioso que había de plantearse en un edificio entre medianiles de siete plantas de altura.

Lo primero que llama la atención en El Carmelo es su fachada, discreta y cargada de contenido a la vez. Para el viandante que no preste excesiva atención, la fachada se mimetiza perfectamente en el entorno de edificios de viviendas. Diseñada como una gran retícula de trazos variados e incrustaciones vítreas, es sobria, casi dura. Sin embargo, una vista algo más detallada nos permite percibir el diseño en forma de gran cruz, marcada por el uso de arcos apuntados, rodeada de los símbolos de la orden encargante. Aún más desapercibida pasa la recatada torre de ladrillo que cierra la fachada en su lado derecho.

La fachada adquiere así una dimensión simbólica y de fuerte contenido semántico pese a la economía de recursos con la que se plantea.

En el interior, la luz y el color adquieren un protagonismo destacable gracias a la ya aludida utilización de incrustaciones de vidrios de colores en la fachada.

En planta el arquitecto debe resolver el problema de lograr regularidad y orden en un solar poco propicio para ello. Pese a las dificultades, Santiago Lagunas logra una distribuciones fluidas y funcionales especialmente en la zona escolar. Su diseño va en consonancia con la evolución que la arquitectura educativa estaba llevando a cabo en el arranque de la segunda mitad del siglo XX en busca de la mayor comodidad de sus instalaciones.

La capilla, con las inevitables referencias medievalistas, ocupa el lugar señalado que le corresponde en un colegio religioso. En ella, el arquitecto deja una muestra palpable del gusto por el diseño, muy imaginativo, que se extiende desde las líneas generales de la construcción a los elementos muebles y pequeños detalles de construcción como la cerrajería.