Convento de San Antonio de los padres Capuchinos

ANTONIO MERLO Y GARCÍA DE PRUNEDA. 1928. AVENIDA DE AMÉRICA, 8-10

Durante los años 20 seguía en plena vigencia una arquitectura religiosa que continuaba con la tradición de proyectarse según formas medievalistas. Con sus orígenes en la segunda mitad del XIX, esta manera rigurosa de identificar función y estilo, había de perdurar más de medio siglo.

Como no podía ser de otra manera, el éxito de cada uno de los proyectos era muy variado, pero el planteamiento inicial era común al conjunto de los profesionales de la época aunque en otras tipologías se decantasen por propuestas más modernas y avanzadas. Como ejemplo baste recordar la traza goticista que Pascual Bravo Sanfeliu hace para la iglesia de la Madre del Salvador en 1922.

En 1928 esta identificación de la arquitectura religiosa con las formas medievales, especialmente de inspiración gótica, no sólo quedará patente en el proyecto de Antonio Merlo para el convento de San Antonio de los padres Capuchinos, sino también en otra obra más conocida y aún conservada: el convento de Santa Catalina de la orden de las Clarisas, obra de Luis de la Figuera Lezcano.

Entre ambas construcciones hay evidentes paralelismos en cuanto al lenguaje formal utilizado, aunque en el caso del convento de Santa Catalina el volumen edificado es mucho más ambicioso.

El convento de San Antonio era mucho más modesto. Estaba construido en ladrillo y tenía dos plantas de altura rematadas por una pequeña arquería apuntada y sencillos pináculos. En la fachada destacaba, como no podía ser de otra manera, el uso de los arcos apuntados tanto en la puerta de acceso como en las bíforas de la planta superior.

En el interior el elemento más interesante era el claustro, en el que se retomaban los arcos apuntados en ligero derrame con columnillas adosadas en las jambas y capitel vegetal.

Era el elemento más interesante puesto que las estancias interiores, incluida la capilla, era de una completa austeridad y modestia constructiva.

Una década después de su construcción, se proyectó un nuevo convento para la orden de los Capuchinos. En esta ocasión en la Subida de Cuéllar y según plan de Víctor Eusa. Desde aquel momento, el convento de Antonio Merlo pasó a ser conocido como San Antonio el Viejo, hasta su derribo para ser sustituido por la actual iglesia parroquial de San Francisco de Asís.

(Fotografías: Heraldo de Aragón y El desván de Rafael Castillejo, http://www.rafaelcastillejo.com)

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