TEODORO RÍOS BALAGUER. 1924. MONREAL, S/N
Esta modesta construcción de las instalaciones del taller de decoración de Francisco Sorribas resulta ser un atractivo ejercicio de estilo sobre la arquitectura regionalista tal y como la entiende en ese momento Teodoro Ríos Balaguer, un buen conocedor del pasado constructivo y un arquitecto que volverá a las formas historicistas con cierta frecuencia.
Francisco Sorribas fue un escultor-decorador que gozó de importante prestigio en las primeras décadas del siglo XX y que participó por ejemplo, en la decoración de obras como el Centro Mercantil o en la restauración del templo de Nuestra Señora del Pilar.
El taller que proyecta para él Teodoro Ríos era una modesta construcción con un vestíbulo y un espacio diáfano de taller. Interiormente no tenía mayor interés. Sin embargo, en el tratamiento de la fachada queda muy de manifiesto la intención del arquitecto de tomar el tema de la arquitectura regionalista y, de esta manera, dotar de cierto empaque al inmueble.
La fachada se dividía en dos zonas. La de mayor altura, casi a modo de torreón, es la que se correspondía con el vestíbulo interior. El acceso se llevaba a cabo por un portón con pilastras cajeadas en las jambas y arco de medio punto. Sobre la puerta, marcando una doble altura, una trífora de arcos de medio punto. Finalmente, la cubierta se resuelve mediante alero apoyado en canecillos.
La zona de la izquierda, la correspondiente al taller, era de una sola altura y su elemento más interesante eran las cuatro ventanas curiosamente guarnecidas al modo barroco.
Como resultado de todo ello, el taller de Francisco Sorribas se constituye en una especie de pequeño capricho, sin ambiciones, que se inscribe en el conjunto de la arquitectura regionalista de los años 20 con naturalidad.