Joaquín Costa, 6

MIGUEL ÁNGEL NAVARRO PÉREZ. 1912. JOAQUÍN COSTA, 6

Tras la clausura de la Exposición Hispano-Francesa de Zaragoza de 1908, la Huerta de Santa Engracia y todo su entorno se convirtieron en un ensanche de gran desarrollo constructivo por todos los valores que reunía como lugar de residencia de las clases medias y altas que deseaban abandonar el centro histórico.

El derribo del cuartel de Santa Engracia permitió la apertura de la calle de Joaquín Costa, que comunicaba el paseo de la Independencia con la plaza de los Sitios, convirtiéndose en una arteria clave en el nuevo ensanche.

En 1912, Miguel Ángel Navarro Pérez, un arquitecto muy joven que se había titulado un año antes, firmó cuatro proyectos que resultarían claves en la definición inicial de la calle Costa y su entorno más próximo: los de los números 6, 10, 12 y el de la calle Isaac Peral nº 22, que resultaba medianero con el primero.

Como es lógico, los cuatro guardan un gran parentesco en todos los sentidos. Formalmente se inscriben dentro de un eclecticismo alegre y ornamental, muy del agrado de las clases burguesas urbanas desde finales del siglo XIX.

El edificio de la calle de Joaquín Costa número 6 (el único no conservado de los cuatro inmuebles citados) tenía como elemento diferenciador su carácter esquinero entre las calles de Costa e Isaac Peral. Esto le hacía ganar en presencia urbana y prestancia. Era un edificio de viviendas, una casa de renta, con semisótano, baja y cuatro plantas alzadas. El acceso principal se situaba en el chaflán.

Las fachadas tenían diferente desarrollo. Más extenso en la fachada a la calle de Isaac Peral, lo que le permitió al autor una composición más amplia centrada por un mirador en el eje de la misma. Más limitada en la calle de Costa en la que el elemento dominante son los balcones individuales.

El remate era especialmente llamativo. La decoración de las fachadas va en aumento progresivo según se asciende hasta culminar en un amplio repertorio ornamental de ventanas geminadas, frontones, guarnecidos, balaustres, etc. El chaflán merece también aquí un tratamiento especial al incorporar un pequeño torreoncillo literalmente retranqueado.

 

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