Sagasta, 30

TEODORO RÍOS BALAGUER. 1925. PASEO DE SAGASTA, 30

Este edificio fue proyectado por Teodoro Ríos Balaguer para el empresario zaragozano don Tomás Hournet, que poseía una fábrica de regaliz en la calle de Asalto.

Como tantos otros industriales de la época, Tomás Hournet vio el paseo de Sagasta como la más elegante de las avenidas zaragozanas del primer tercio del siglo XX y quiso levantar en él un inmueble con un doble carácter. Por un lado local comercial y, por otro, edificio residencial.

El edificio presenta una triple fachada al paseo de Sagasta, y las calles de Cervantes y Gil de Jasa. Es la correspondiente a la calle Cervantes la que tiene más desarrollo, mientras que las menores son las que recaen hacia el paseo, la principal, y Gil de Jasa, la trasera. Desde el punto de vista funcional las fachadas también tienen sus diferencias puesto que por la fachada de la calle de Cervantes se accedía a la tienda, mientras que la del paseo era la que se reservaba para las viviendas de las plantas superiores.

En altura el inmueble tiene sótano, dedicado parcialmente a tienda y trasteros; baja, ocupada en su totalidad por la tienda; tres plantas alzadas, con las viviendas, y planta de buhardillas.

Las viviendas eran todas de las mismas características: había dos por planta con vestíbulo, comedor, una o dos salas, cuatro dormitorios, «cuarto de muchachas», baño y cocina. La distribución era muy compacta, sin uso apenas de vestíbulo y pasillo. Todas las habitaciones, salvo las destinadas a la servidumbre, eran exteriores al aprovecharse la disposición longitudinal del solar.

Por lo que se refiere a su apariencia externa, el edificio de Sagasta nº 30 destaca por la composición de la fachada de la calle de Cervantes diseñada a partir del amplio cuerpo de miradores de las plantas de viviendas. Alrededor del mirador se disponen balcones individuales que son también los que utiliza el autor en las fachadas hacia el paseo de Sagasta y Gil de Jasa. Entre los pisos de viviendas y el de buhardillas, Teodoro Ríos dispone un alero muy volado que ayuda a articular visualmente el conjunto de manera bastante equilibrada.

Mención especial merece el tratamiento de los ángulos que están marcados a lo largo de toda la altura del edificio mediante el uso del enlucido (que contrasta con el resto de las fachadas mayoritariamente de ladrillo visto) así como, sobre todo, por el uso de sendos torreoncillos esquineros que ayudan a destacar el edificio y le confieren una indudable gracia.

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