Convento de Santa Catalina de la orden de las Clarisas

LUIS DE LA FIGUERA LEZCANO. 1928. ARQUITECTO MAGDALENA, 1

Los orígenes del convento de Santa Catalina de Zaragoza se remontan al siglo XIII y la obra del monasterio mudéjar al XIV. Los avatares históricos, especialmente los Sitios de Zaragoza, destruyeron buena parte del conjunto, conservándose hasta la fecha tan sólo algunos elementos de la iglesia.

Tras la celebración de la Exposición Hispano-Francesa, que ocupó en parte terrenos procedentes de la huerta de Santa Catalina, la zona sufrió una importante remodelación urbanística en torno a la plaza de los Sitios. Aunque el proceso fue relativamente lento, en la tercera década del siglo XX ya era un fenómeno imparable.

En noviembre de 1928 , la abadesa del Real convento de Religiosas Franciscanas de Santa Catalina presentó una solicitud de obra al Ayuntamiento de Zaragoza en la que se expresaba el deseo de «continuar las obras de reforma y ampliación de dicho convento, ocasionadas por el ensanche de la ciudad.» Acompañaba al escrito los planos correspondientes elaborados por el arquitecto local Luis de la Figuera Lezcano.

En ellos se mostraba la fachada a la calle del Arquitecto Magdalena, en aquel momento calle de Santa Catalina. El edificio resultante era una amplia construcción de tres plantas con motivos de inspiración goticista en su diseño. Así, mientras que los vanos de la planta calle eran adintelados con una decoración a modo de arco mixilíneo, las plantas superiores se abrían en bíforas de arco apuntado, simples en la planta intermedia y dobles en la superior. Como remate un alero volado. Las fachadas serían de ladrillo a cara vista.

A la izquierda de la fachada se disponía lo que debía ser la nueva entrada al templo que, aunque no figura expresamente en la solicitud, con probabilidad iba a ser de nueva planta. Como en el resto del edificio, la inspiración goticista está presente, especialmente en el trazo de los arcos apuntados de la portada.

El edificio, tal y como ha llegado a nosotros corresponde al proyecto de Luis de la Figuera. Sin embargo, son evidentes a la vez importantes diferencias. Algunas de detalle, como el uso de arcos conopiales para decorar las ventanas de la planta baja (así como de la puerta de acceso al convento) y otras de mayor volumen, como el aumento de los plantas más de altura, con lo que edificio alcanza las cinco plantas. Se mantiene el uso de los arcos apuntados aunque más sencillos en las plantas superiores.

Otra variación aún más relevante es la que afecta al templo. En la obra construida se mantiene y consolida la iglesia mudéjar que queda expresada en su exterior mediante arcos apuntados correspondientes a las antiguas capillas laterales, y en su interior mediante la conservación de la disposición del templo, de manera que la proyectada portada es sustituida por un muro de cierre con la capilla, reiterando los motivos ojivales.

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